Terminado de ver una excelente película en el tvn, que me encantó. Trataba de un asesino en serie bastante escurridizo, que mantuvo por más de 30 años en ascuas a la policía y a los medios en California desde 1968. Bueno, no me interesa hablarles de la película, si quieren verla, aquí les dejo el link y la buscan ustedes mismos.
El tema es otro, con la película me quede meditabundo respecto a los asesinos en serie. Pero me refiero a los inteligentes, no a esos ordinarios gánster de poca monta, que a los meses ya saben quiénes son y bla, bla, bla, todo el jaleo judicial y mediático que se genera. Me refiero a esos fratricidas inteligentes, esos que planean hasta el mas ínfimo detalle, homicidas que el antes, el durante y el después son una verdadera obra de arte. Dónde lo mas trascendente son los detalles, las pistas que despistan y sobre todo, el toque personal. En el caso de la película antes citada, el verdugo asesinaba a sus inmolados y luego enviaba cartas a los policías, familiares de las víctimas y a un periodista que seguía su historia, en estas cartas, adjuntaba jeroglíficos, símbolos, eslóganes y una maraña de adornos que hacían mas extravagante el hecho, mucho más luctuoso y sobre todo más repugnante el hecho, ahhhh, que bello.
A ese artista de la muerte es al cual apelo, aquel que su motivo es o su fantasía erótica, su satisfacción personal o el mero gusto de ser por breves instantes dios y decidir el destino de algún infeliz que estuvo en el momento y a la hora equivocada
Con esto comienzo a analizar la historia policial chilena, que está plagada de incompetentes holgazanes que jamás llegaran a la alta prosapia de los grandes asesinos del primer mundo. Esos que preparan el mas mínimo detalle, donde entremezclan las conjeturas y texturas de un macabro y repulsivo cuadro de muerte, una escultura, con la sutileza de una cabeza fría, que hasta las gotas de sangre caen como lo planeado.
Es hora que la Ciudad Gótica tercer mundista chilena, comience a deslizarse por las desventuras de la crueldad, que seamos mas rigurosos en nuestros actos, que dejemos la mediocridad. En Chile hasta para ser malvados somos en la vía de lo posible. Como la cliché frase que la delincuencia es el reflejo de la decadencia de una sociedad, está en lo cierto, ¿qué mas reflejo de nuestra ineptitud que nuestros desalmados asesinos?
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