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lunes, 22 de marzo de 2010
Ha pedido de algunas de mis lectores mas anónimos, esos que solo me mandan mensajes privados y prefieres dejar los comentarios en cada entrada para otros, contare algo de mi niñez. Dicen que ya me llegaron a conocer como sería mi efectividad 2010.

Nací en una suculenta familia de clase baja en el hoyo.  Con todas las virtudes que ello conlleva y por supuesto, el infinito historial familiar de insolvencias, caducidades y malformaciones congénitas cognitivas. Hijo de una madre independiente y vivaz. Creativa, maniática por el orden y la limpieza. Sutil de emociones y extrema en sensaciones y expresiones.

Mi padre, todo un capitulo en mis memorias. Un personaje poco amable con el medio ambiente y los procesos metabólicos de su ser. Un hombre despiadado con las alucinaciones femeninas. Galante por conveniencia y una eminente ductilidad  oratoria.

Cuando las primeras normativas motrices y aventureras me permitieron conocer el mundo sensible, tenía una atracción al movimiento, a los aromas y a los destellos. Un niño incrédulo, poco empático y sumamente dictatorial.

 De un infante de poca monta, llegue a la pre adolescencia, con las típicas recursividades que cualquiera puede tener. Pero con un cierto detalle. Un tema fundamental que, solo mis neuronas más seniles pueden recordar, me enveneno la moral.  Fue un detonante de muchas búsquedas que hasta ahora parecen inertes. Era la noción Dios y todas sus bifurcaciones prácticas y las no tanto.

Este muchacho que se esconde bajo cortinas blancas para no ser manchado con el pecado normal, era mi objeto de estudio. No era su historia lo que me llamaba la atención, era la genealogía que se generaba de todo esto, principalmente con mi segundo tema de inquietud, la Libertad.

Sobre sus caprichos de niño grosero, sus licitudes  de formador y maestro del bien. El hecho que marca mi adolescencia sería mi primer avance en este aspecto. Cuando llega a mis manos un comic, que hasta ahora nunca más pude recordar su nombre exacto, que, me dio una primera respuesta. Un diálogo que me da flojera desarrollar, así que les contare el final y la conclusión. Resulta que el humano/na  jamás podrá entender a Dios en su limitada cabeza, lo ilimitado y omnipotente, no puede caber en lo limitado y mortal.
Así que solo quedamos, yo, Cristo y la libertad. Yo, yo estoy bien, de hecho soy demasiado egocéntrico y narcisista par admitir que estoy mal. Cristo, el suicida quisquilloso por excelencia, el que lleva el estandarte de la opresión y los cadáveres de Hiroshima. Aquel que canta sobre los esqueletos de Auschwitz. El Cristo impotente y destructor del amor, aquel que teme al pene, aquel asustadizo en la vagina. Cristo, que murió por sus propios pecados, no por los míos..

Y la libertar. Aquí entra una herramienta muy fascinante. Nunca me gustaron las matemáticas, como ciencia psudo exacta de beneficios aritméticos. Pero me exhortaba en placeres ignotos la matemática de elucubración un poco más profunda, con su infiel amante, la física. No era mis ramos tan preferidos, pero si pasaba horas y horas viendo material y leyendo libros que nunca comprendí en su real mercado, por razones obvias de 16 años. Tratada de hacer comprender mi limitado cerebro que existía la demostración matemática que éramos libres de hacer lo que se nos venga en gana, fuera de toda lógica gravitatoria y temporal. Que sí existía un agujero en ese vacío de leyes que nacieron muertas. Que jamás nunca un objeto caerá con una aceleración 9.8 M/s2. Que las vibraciones de un haz de luz jamás se detendrá para que se pueda afirmar que sí tienen velocidad. Que todo ya está hecho y envasado. Esa libertad es la que busco………. 
Y antes que pueda recorrer el infinito en dos segundos , creo haberla encontrado, el tema es que pase frente a ella, pero viajaba mucho más rápido que los fotones que necesitaban entrar en mi retina…..

1 comentarios:

Felipe Poblete A. dijo...

Lo mejor del mundo es resolver un problema matemático, enseñar el método, y sentirse como Dios. Por eso nace tu atracción

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