Creo en el saber todopoderoso creador de todo, el todo, como la convención de lo discernible por la mente humana.
Creo en filósofos, científicos, psudo-cientistas de poca legitimidad epistemológica y falsos profetas de internet, como portadores de la única verdad demostrable por métodos no tan ingenuos.
Creo en mi imaginación, que fue concebida por obra y gracia de la evolución darwinista y supuestas inserciones químicas a través de mi alimentación temprana; como única fuente de real creación, discernimiento y conocimiento.
Creo en mis ideas, que en ciertas ocasiones padecen bajo el poder de los argumentos de otras personas. Son crucificadas, muertas y sepultadas; descienden al olvido y al tercer día resucitan con argumentos más fuertes; que parecen ser tautologías no tan cuestionables.
No creo en nada que suba al cielo (salvo la materia en estado gaseoso), que esté sentado a la diestra de algún ídolo celestial y menos aun; en alguien que venga a juzgar a la gente, siento esta viva o muerta.
Creo en el inocente colectivo, como respuesta a nuestra involución humana. Creo en la santa Madre internet, por su misión educativa sin fines de lucro. Creo en la comunión amistosa alrededor de una botella de pisco o un cigarrillo de marihuana. Creo en el perdón de los errores humanos. Creo en la resurrección, el aborto, la eutanasia, la clonación, los viajes a través del tiempo, la emulación de la anti materia en la tierra y cuanta cosa surja de la clarividencia intelectiva de los seres humanos, sólo para demostrar que la mente y el cuerpo no tienen límites. Creo en lo único eterno en el universo, lo más trascendental que tiene el ser humano, sus ideas, sus creaciones.
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