27,02.2010

domingo, 28 de febrero de 2010
Estaba yo apaciblemente leyendo, “El Tarot De Los Bohemios” relajadamente en mi habitación. Eran como las 3:15 am y fui a la cocina a buscar algo para comer. Un bocadillo de tomate y algo de palta dura. Le puse algo de merquén y aliños varios. También me prepare un té, algo ligero, más que nada para solazar la madrugada que prometía ser muy interesante.

Antes de entrar a mi habitación, vi la hermosa luna casi llena. –No, parece que no está llena, le falta un cachito.

Entre en mi morada, puse la tasa en mi escritorio. La primera mordida a mi melindre. Volví a sentarme y tratando de recordar la página en cual estaba. Mientras hacía eso, el vapor de la tasa se difuminaba con el humo de un incienso de Loto. Y las cortinas se movían al son de la trémula brisa de media madrugada. Ya quizás eran las 3:30 am.

Mientras leía: 
"Si a pesar de esto, la existencia de los símbolos egipcios de este Tarot —pseudo italianos— noconforma al lector, algunas palabras sobre las transformaciones del Tarot en Oriente y en Europa,
principalmente en Italia, lo satisfará plenamente."

Tomaba a ratos algunos ML de té un poco mas tibio. Cambiaba la página,
"El alfabeto hebreo, compuesto por 22 letras, nos resulta particularmente satisfactorio, visto
la correspondencia entre el número de las letras de que se compone y las láminas de los
arcanos mayores del Tarot. Apenas asentada esta conclusión surgen de inmediato otras de
igual importancia."
Tomaba nota en un cárdeno cuaderno lleno de bochornos, rayas, datos, lugares números, confesiones y demácreles.

Lentamente, comienza a temblar mi mesa. No muy fuerte, pareciese que alguien, quizás, me hacia una broma, imposible, estoy solo. Lentamente algunas cosas se comienzan a mover, con un poco más de ímpetu en mi residencia; los lápices, botellas y cuanta cosa hay en los estantes de mi litera. Luego ese movimiento es más desolador, más violento, mas cosas caen, mas cosas se unen a la coreografía de terror. Es un terremoto, abro la puerta de mi habitación tan rápido como puedo, veo el cielo y las aves que habitan el techo de esta, vuelan  despavoridas por el cielo nocturno del centro poniente de Santiago. El alumbrado público que colinda con mi vista, se mueve horizontalmente, pareciendo que se abrirá de cuajo, dejando una hecatombe más turbadora que la quimera de primera instancia. Luego el movimiento  es más definido, más violento, más escalofriante. Trato de abrir la puerta que da a la cocina, pero es imposible. No me queda más que quedarme ahí, solo. Se corta la única fuente de luz directa que tenia. La de mi habitación, que alumbraba esperanzadoramente sobre el piso del patio que a ese momento, pareciera ser mi lugar más seguro. El devenir del tiempo se interrumpió por una paradoja, una línea paralela sobre la percepción de tiempo. Parecieron largos sancos de minutos que sin querer se estrellaban con milenarias horas que ampliamente hacían el instante más y más largo.

Cuando ya la calma puso sus moradas alas sobre mis hombros, un sombrío muchacho se paro en  frente a mis ojos, de unos 2 o 3 metros de alto, con un abrigo azul, de corte italiano, con un sombrero de copa muy al estilo vitoriano, era el HORROR, en persona.

Hilos y kilómetros de gritos, llantos, llamados y litros de desesperación, era el aroma de la noche. Me vuelve la consciencia a los parpados y regreso a mi habitación, prendo un Palo santo, ya que ese olor me provoca una sensación de tranquilidad. Trato de abrir la puerta con la herramienta que haya, con impúdicos golpes. Entro a la cocina, solo destrucción, toda la vajilla de todo a mil y los vasos de Meiggs. Entro al Living-comedor, mi madre que ya me daba por muerto y sepultado me abraza, mis tios tratan de mover los cadáveres de los adornos y floreros feos de mi madre. Salgo a la calle y todo el espectáculo morboso y febril, era una sustancia de miedo y desesperación. Voy a ayudar a mis vecinos a salir de sus casas, donde las cornisas cayeron y la salida era casi imposible.

Pero las dos personas más importantes no están, no aparecen. Mi perro Luckas y mi novia Cin…   Salgo a buscar a Luckas, corro por las calles de la villa, silbando nuestra melodía que él siempre responde con su hermoso ladrido. Corro por los pasajes y avenidas, pero no está, no aparece. Cruzo la calle, la avenida principal y silbo con más fuerza hasta que escucho su ladrido, su asustadizo ladrido. Lo veo, esta asustado cruzando la calla de ida y vuelta, sin noción de lo que hacía. Me ve  y corre a mis brazos, me lame con ímpetu, lo abrazo y volvimos a la casa, busco el teléfono para llamar a mi Diosa, pero no contesta, que horror, trato de relajar a mi madre y ayudar a los vecinos, vuelvo a llamar a mi Diosa, el cansancio se hace mas extenuante. Vuelvo a mi habitación, abrazo a Luckas, toco los labios de Cind…  con mis dedos  en mis sueños,  sueño, dormir…

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